La nueva alfombra mágica
Raúl Trejo Delarbre
Final
Nos referíamos, en el segundo capítulo, a la mágica alfombra de Aladino. En el recorrido que hemos relatado en las anteriores páginas hemos querido presentar, como problemas, algunas de las actitudes, opciones y sorpresas que suelen ser consideradas como maravillas, cuando son sobre todo desafíos.
El genio de Aladino se desorientaría en medio de la maraña de redes, foros, librerías, tableros, mensajes y desvaríos que se pueden hallar en el espacio cibernético. No hay alfombra mágica que sea capaz de impedir que nos extraviemos en medio de las redes de información electrónica. Que eso nos ocurra como individuos, no tiene más costos que nuestra desesperación y pérdida de tiempo personales. Que le suceda a naciones enteras, en sus políticas tecnológicas o culturales, sí puede ser desastroso.
En el caso de América Latina, que es la región cuyo desentendimiento respecto de la cibercomunicación nos preocupa y nos parece no sólo irresponsable sino potencialmente costosa, a estos asuntos se les sigue considerando como rareza lejana, o como fantasía prescindible. A lo largo de este libro hemos querido insistir en la necesidad de que, sin olvidar muchas otras responsabilidades para con sus sociedades, los gobiernos y los Estados de cada país en nuestra región tengan la perspicacia suficiente para preocuparse por la creación de infraestructura capaz de incorporar, con sus propias políticas, a sus naciones a una realidad cibercomunicacional de la que, de cualquier manera, no pueden ser ajenas.
Hemos insistido, también, en considerar que los problemas actuales en la red de redes en temas tales como la regulación legal, la preservación de derechos de autoría y privacía, la promoción de contenidos para la enseñanza y no sólo el entretenimiento, tendrían que formar parte de la agenda de las comunidades nacionales, incluso en países en donde la disponibilidad de software y hardware de comunicaciones, así como de líneas telefónicas, es precaria. Pero sobre todo hemos querido subrayar que los prodigios de la cibercomunicación, por muy encandiladores que resulten, es preciso tomarlos con precaución crítica, al mismo tiempo que sin maniqueísmos --deslumbrados o enajenantes--.
Por una parte, en cualquier circunstancia, pero sobre todo en países en desarrollo como los nuestros, es inexcusable tomar con tiento los costos y beneficios que tiene la incorporación de estas nuevas tecnologías. Por otra, es una realidad el hecho de que nos encontramos ante una colección de novedades y circunstancias que tienden a reproducir, multiplicándola, la desigualdad que ya existe entre las naciones en desarrollo y las más poderosas.
Quedarse en las lamentaciones ya no sirve ni siquiera como recurso para, desde el análisis crítico, asumir una contestataria actitud de rechazo y descalificación, por lo demás inocuos, delante de las consecuencias de la globalización de las economías y las culturas. Una preocupación en los capítulos anteriores ha sido, precisamente, sugerir el establecimiento de políticas nacionales en informática. Para documentar esa insistencia, hemos sintetizado algunos avances al respecto en otras regiones y naciones y, en el Anexo 2, reproducimos el documento más acabado que, sobre dicho tema en la agenda europea, fue formulado apenas a comienzos de 1995. Con ejemplos como estos podríamos aspirar a que en América Latina, en lugar de autoconsiderarnos como suburbios desheredados que miran pasar con envidia el deslumbrante tráfico en la supercarretera de la información, llegásemos a ser capaces de construir, como les dicen los europeos, auténticas sociedades de la información, con todo y sus propios afluentes a la superautopista cibercomunicacional.
La novedad del asunto abordado en esta libro, es tal que constantemente se transforman las dimensiones de la red de redes. Internet y sus desembocaduras, constituyen el espacio de comunicación de crecimiento más rápido en la historia humana, pero también uno de los de acceso más desigual.
Lo que no se modifica, nos parece, son las tendencias examinadas en los capítulos anteriores. La red de redes es un hecho cultural, o si se quiere una extensión de las industrias de la cibernética y la comunicación, que experimentará mutaciones, ajustes, nuevos perfiles o la profundización de los que ya tiene, pero que allí seguirá, invitante, creciente y cambiante.
Globalización sin fatalidades; cibercomunicación esencial pero dispar; Internet fascinante al mismo tiempo que heterogénea. Tales son algunas de las constantes que hemos procurado documentar en esta obra.
Los nuevos alquimistas
Uno de los libros más conocidos para navegar por Internet1, muestra en su portada el grabado de un alquimista. Al lado de algunos frascos y utensilios, ese personaje está dedicado a la tarea de medir un globo terráqueo con un compás. La ilustración es afortunada en más de un sentido. Quienquiera que haya navegado por las redes electrónicas, no dejará de haber experimentado una sensación de descubrimiento y magia. La divagación por las redes ocurre gracias a recursos y avances técnicos que hoy son parte del nuevo patrimonio de la humanidad, pero al mismo tiempo está marcada por una combinación de búsqueda, emoción y aventura.
Así les ocurrió a los antiguos alquimistas, que más allá del sentimiento mágico pudieron ser antecedentes de la química moderna. De los asombros rudimentarios, las redes de información seguirán creciendo, hasta que el desarrollo que hoy nos maravilla sea contemplado con la misma distancia con que los químicos miran a los alquimistas. Magia y búsqueda, cultura pero también negocio, en las redes de comunicación hay riesgos y hay retos. Cualquier aventura los tiene.
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Notas1Ed Krol, Conéctate al mundo de INternet. Traducción de Hugo Edmundo García. Mc Graw Hill, México, 1995.