consultado julio 7/99
Tribuna
Economía y Sociedad.
E. Dyson, G. Gilder, A. Tofler,y G. Keyworth (26 de octubre, 1998)
http://www.pensionreform.org/eys/carta_magna.html
UNA CARTA MAGNA PARA LA ERA DEL CONOCIMIENTO
El evento central del siglo 20 es el derrocamiento de la materia. En el ámbito tecnológico, económico y en la política de las naciones, la riqueza --en la forma de recursos físicos-- ha estado perdiendo valor y significado. En la economía de la Primera Ola, la tierra y la mano de obra agrícola son los principales "factores de producción". En la Segunda Ola, la tierra mantiene su valor mientras que el trabajo se masifica en torno a máquinas e industrias de mayor tamaño. En la Tercera Ola, el recurso central --datos, información, imágenes, símbolos, cultura, ideología, y valores-- es el conocimiento.
La era industrial aún no termina del todo. En realidad, algunos clásicos sectores de la Segunda Ola (petróleo, acero, producción automotriz) han aprendido a beneficiarse de los cambios tecnológicos de la Tercera Ola, tal como la productividad agrícola se benefició exponencialmente de la mecanización propia de la Segunda Ola.
Al explorar la humanidad esta nueva "frontera electrónica" de conocimiento, debe confrontar una vez más la profunda cuestión de cómo organizarse para el bien común. El significado de libertad, las estructuras de auto-gobierno, la definición de la propiedad, la naturaleza de la competencia, el sentido de la comunidad y la naturaleza del progreso serán todas redefinidas por la Era del Conocimiento, de la misma manera como fueron redefinidas para una nueva era industrial hace 250 años.
La naturaleza del ciberespacio
La Internet --aquella red enorme, global, y de rápido crecimiento-- es sólo una pequeña parte del ciberespacio. Entonces, ¿qué es el ciberespacio? Más un ecosistema que una maquina, el ciberespacio es un medioambiente bioelectrónico que es literalmente universal: existe en todo lugar en donde haya cables telefónicos, cables coaxiales, líneas de fibra óptica u ondas electromagnéticas.
Este medioambiente está "habitado" por conocimiento, incluso ideas incorrectas, existentes en forma electrónica. Está conectado al medioambiente físico por puertas que le permiten a la gente mirar que hay dentro, insertar conocimiento, alterarlo y extraer conocimiento. Algunas de estas puertas son de una vía (aparatos y canales de televisión); otras son de dos vías (teléfonos, modems).
Gran parte del conocimiento en el ciberespacio vive una existencia temporal (así pensamos por lo menos): su voz, en un cable telefónico o microonda, viaja a través del espacio a la velocidad de la luz, llega al oído del destinatario, y se va para siempre. Pero crecientemente la gente está construyendo "bodegas" ciberespaciales de datos, conocimiento, información y desinformación en formato digital, los unos y ceros del código binario computacional. Las bodegas despliegan un formato físico (discos, cintas, CD-Roms), pero lo que contienen es sólo accesible a quienes tienen las puertas correctas y las llaves correctas.
La llave es el software, una forma especial de conocimiento electrónico que permite a la gente navegar a través del ciberespacio y hace de sus contenidos comprensibles a los sentidos humanos en la forma de lenguaje escrito, imágenes y sonido.
La gente está agregándole al ciberespacio --creándolo, definiéndolo, expandiéndolo-- a una tasa que ya es explosiva y en crecimiento. Computadores más rápidos, medios de almacenaje más baratos, mejor software y canales de comunicación más capaces (satélites, fibras ópticas); cada uno de estos factores suman independientemente al ciberespacio. Pero la verdadera explosión viene de la combinación de todos, interactuando en formas que aún no entendemos.
La frontera bioelectrónica es una metáfora apropiada para lo que ocurre en el ciberespacio, recordando el espíritu de invención y descubrimiento que llevó a los antiguos marinos a explorar el mundo, a generaciones de pioneros a domesticar el continente americano y más recientemente, a la primera exploración espacial.
Pero la exploración del ciberespacio trae tanto más oportunidad, como en ciertos aspectos más dificultad, que cualquier aventura humana previa. El ciberespacio es la tierra del conocimiento y la exploración de dicha tierra puede ser el más verdadero llamado de una civilización. La oportunidad está hoy delante de nosotros para potenciar a cada persona de manera que persiga dicha aventura de acuerdo a su manera.
Las nuevas tecnologías de la información están reduciendo drasticamente los costos de la diversidad, "desmasificando" nuestras instituciones y nuestra cultura. Al acelerarse la desmasificación se crea un potencial para una mucho mayor libertad humana. También conlleva la muerte del paradigma de centralización institucional de la vida moderna: la organización burocrática. Los gobiernos son el último reducto del poder burocrático en el planeta, y para ellos el cambio que viene será profundo y probablemente traumático.
La naturaleza y posesión de la propiedad
Derechos de propiedad claros y que se respeten son esenciales para que los mercados funcionen. Definirlos es una función central del gobierno. La mayoría de nosotros hemos "sabido" eso por largo tiempo. Pero crear el nuevo medio ambiente ciberespacial es crear nueva propiedad --esto es, nuevos medios para crear bienes (incluyendo ideas) que sirven a la gente.
La propiedad en el ciberespacio viene bajo diversas formas: cables, cables coaxiales, computadores y otro "hardware"; el espectro electromagnético y "la propiedad intelectual" --el conocimiento que vive y define el ciberespacio.
En cada una de estas áreas deben contestarse dos preguntas. Primero, ¿Qué significa "propiedad"? ¿Cuál es la naturaleza de la propiedad, y que significa poseerla? Segundo, una vez que comprendemos lo que significa la propiedad, ¿quién es el propietario? al nivel de principios básicos, ¿debe ser la propiedad pública (gobierno) o privada (individuos)?
Las respuestas a estas dos preguntas sentarán los términos básicos sobre los cuales el mundo entrará a la Tercera Ola. En gran parte estas preguntas aún no se plantean. Por ejemplo, se ha prestado gran atención recientemente a la naturaleza de la "propiedad intelectual" --el hecho que el conocimiento es lo que los economistas llaman un "bien público" y, por ende, requiere un tratamiento especial en la forma de derecho de autor y protección vía patentes.
Grandes cambios en las leyes norteamericanas sobre derecho de autor y patentes en las dos últimas décadas han ampliado estas protecciones para incorporar la "propiedad electrónica". En esencia, estas reformas han tratado de tomar una ley que se originó en el siglo XV, con la invención por Gutemberg de la imprenta, y aplicarla al conocimiento electrónicamente almacenado y transmitido de la Tercera Ola.
Una aproximación más sofisticada empieza con reconocer cómo la Tercera Ola ha alterado fundamentalmente la naturaleza del conocimiento como un "bien", y que el efecto operativo no es la tecnología per se (el cambio desde libros impresos a almacenaje electrónico y sistemas de recuperación de archivos), sino más bien el cambio desde una civilización de producción en masa, con cultura y medios masivos, a una civilización desmasificada.
En otras palabras, el gran cambio es la desmasificación del conocimiento operativo. La forma dominante de nuevo conocimiento en la Tercera Ola es un conocimiento perecible, pasajero y a medida: la información adecuada, combinada con el software y presentación adecuados al momento preciso. Al contrario de la información masificada de la Segunda Ola --un "bien público" que era útil a todos dado que la mayor parte de las necesidades de información eran estandarizadas-- el conocimiento a medida de la Tercera Ola es por naturaleza un bien privado. ?????????
Si este análisis es correcto, la protección del conocimiento vía derecho de autor y patentes (o al menos muchas formas de ello) puede ya no ser necesario. En efecto, el mercado puede ya estar generando vehículos para compensar "a medida" a los creadores de conocimiento. Derechos de autor, patentes y la propiedad intelectual representan sólo uno de los problemas de "derechos" hoy existentes. He aquí algunos otros:
* La propiedad del espectro electromagnético, tradicionalmente considerada "propiedad pública", está hoy siendo licitada por la Comisión Federal de Comunicaciones a compañías privadas. ¿Lo está haciendo? ¿Es acaso el muy limitado paquete de derechos vendidos en dichas licitaciones realmente propiedad, o es más bien un permiso --el derecho a usar parte del espectro por un tiempo limitado y para propósitos limitados? En cualquier caso, ¿tienen los derechos licitados sentido en términos tecnológicos?
* La propiedad sobre la infraestructura de cables, cables coaxiales y líneas de fibra óptica que son tan relevantes en la geografía del ciberespacio, es mucho menos clara de lo que se piensa. Regulaciones, sobre todo de precio, pueden equivaler a una confiscación, como lo constataron las empresas de cable americanas cuando el gobierno federal impuso límites a los precios y efectivamente confiscó miles de millones de dólares en patrimonio. (Independientemente de la postura personal sobre este hecho no cabe duda que la propiedad sobre un bien es menos efectiva cuando el gobierno puede, según su voluntad, intervenir y dramáticamente reducir el valor de las cosas).
* La naturaleza del capital en la Tercera Ola --tangible e intangible-- es que se deprecia en forma real mucho más rápido que el capital de la era industrial, de acuerdo a la llamada Ley de Moore, que señala que la capacidad de procesamiento de un microchip se duplica por lo menos cada 18 meses. Sin embargo, las regulaciones tributarias y contables exigen que la propiedad se deprecie sobre períodos de 30 años. El resultado es un fuerte sesgo a favor de la "industria pesada" y en contra de jóvenes negocios ágiles y móviles.
¿Quién definirá la naturaleza de la propiedad del ciberespacio y cómo? ¿Cómo podemos lograr un equilibrio entre sistemas abiertos interoperables y la protección de la propiedad?
La naturaleza del mercado
El conocimiento de bajo costo destruye las economías de escala.
El conocimiento "a medida" permite la producción "justo a tiempo" para un número cada vez mayor de bienes. El progreso tecnológico crea nuevos medios para servir viejos mercados, tornando tradicionales monopolios en campos de batalla.
Estos fenómenos están alterando la naturaleza del mercado, no sólo para la tecnología de información, sino también para todos los bienes, insumos, transportes y servicios. En el mismo ciberespacio, mercado tras mercado se están transformando por el progreso tecnológico desde un "monopolio natural" a uno en donde la competencia es la regla. Tres ejemplos recientes:
* El mercado para el correo se ha tornado competitivo por el desarrollo del fax y los correos privados --aunque las leyes en general todavía mantienen el estatus de monopolio de los servicios de correos estatales.
* En los últimos 20 años, el mercado de la televisión pasó de ser uno en donde existían poquísimos canales, a uno en donde los consumidores eligen entre televisión por cable, tradicional y satelital.
* El mercado de la telefonía local, recientemente un monopolio basado en cables de cobre, está rápidamente siendo transformado a uno competitivo liderado por el servicio inalámbrico y la entrada de la televisión por cable al servicio de transmisión de voz.
El surgimiento de nuevas tecnologías y nuevos productos crea el potencial para una competencia dinámica --competencia dentro y entre tecnologías e industrias, cada una buscando encontrar la mejor manera de servir las necesidades de los consumidores. La competencia dinámica es diferente de la estática, en la cual varios proveedores compiten para vender esencialmente productos similares al precio más bajo.
La competencia estática es buena, ya que lleva los costos y los precios a los niveles más bajos para un producto determinado. La competencia dinámica es mejor, porque permite a tecnologías competitivas y a nuevos productos desafiar a los antiguos y si son realmente mejores, reemplazarlos. La competencia estática puede generar caballos más rápidos y fuertes. La competencia dinámica nos entrega el automóvil.
Dicho tipo de competencia dinámica --la esencia de lo que el economista austríaco Joseph Shumpeter llamó "destrucción creativa"-- crea ganadores y perdedores en escala masiva. Nuevas tecnologías pueden volver obsoletos a miles de millones de dólares de infraestructura en forma instantánea. La transformación de la industria norteamericana de computación desde 1980 es un caso típico.
En 1980, todos sabían quién lideraba la tecnología informática. Aparte del boom de los minicomputadores, el mercado eran los grandes ordenadores, y el dominio de Estados Unidos se basaba en el dominio del mayor vendedor: IBM con una participación de mercado mundial superior al 50%.
Luego explotó la industria del computador personal, dejando a la computación enfocada a grandes negocios con una participación estancada de un mercado total boyante. Al perder IBM su participación de mercado muchos pensaron que Estados Unidos había perdido su capacidad de competir. Para mediados de los 80 dicho alarmismo había alcanzado a Washington y al corazón de Silicon Valley.
Pero la historia real era el renacimiento del liderazgo americano en los negocios y la tecnología. En la transición de los grandes ordenadores a los PC, se creó un vasto mercado. Este mercado se caracterizó por la competencia dinámica que consistía en acceso fácil y bajas barreras de entrada. Empresas emergentes por docenas atacaron a las grandes compañías y vencieron.
Luego de una década de angustia, el sorprendente resultado es que no sólo Estados Unidos es competitivo internacionalmente sino que además, bajo cualquier estándar, domina los sectores de alto crecimiento de la economía mundial: telecomunicaciones, microelectrónica, redes computacionales, y software de sistemas y aplicaciones.
La razón de la victoria de Estados Unidos en las guerras de la computación de los años ochenta es que se permitió que ocurriera la competencia dinámica en un área tan caótica y desordenada que el gobierno habría tenido gran dificultad en controlarla incluso queriéndolo. El desafío de las políticas para los 90 es permitir, incluso fomentar, la competencia dinámica en cada aspecto del mercado del ciberespacio.
La naturaleza de la libertad
Los amigos extranjeros de Estados Unidos señalan algunas veces que la Constitución norteamericana es única, dado que señala explícitamente que el poder reside en la gente, quien lo delega al gobierno, en vez de lo contrario.
Esta idea, central a nuestra sociedad libre, fue el resultado de más de 150 años de fermento político y económico, desde el Mayflower hasta la Constitución, al tratar los exploradores de establecer los términos bajo los cuales se domesticaría una nueva frontera. Al continuar explorando nuevas fronteras, desde los territorios del Noroeste hasta la fiebre territorial en Oklahoma, consistentemente se retornó a este principio fundamental de los derechos, reafirmando permanentemente que el poder reside en la gente.
El ciberespacio es la última frontera en EE.UU. Al adentrarse en ella tanto nuestra sociedad como otras, la proposición de que el poder reside primero en el pueblo es central para alcanzar su verdadero potencial.
Para algunos, esta afirmación puede parecer melodramática. Estados Unidos, después de todo, sigue siendo una tierra de libertad individual, y esta libertad claramente se extiende al ciberespacio. De otra forma, cómo puede explicarse ese fenómeno únicamente americano: el "hacker", quien ignoró toda presión social y violó cada regla para desarrollar un conjunto de habilidades gracias a una temprana y barata exposición a la computación.
Esas habilidades hicieron de él en definitiva una persona altamente demandada, tanto en software aplicado como en implementar redes. El "hacker" se convirtió en un técnico, un inventor y, en caso tras caso, en un creador de riqueza bajo la forma de empresas emergentes que dieron a Estados Unidos el liderazgo en la exploración y conquista del ciberespacio.
Es difícil imaginar a "hackers" sobreviviendo, incluso prosperando, en las democracias más formales y reguladas de Europa y Japón. En Estados Unidos, se han convertido en vitales al crecimiento económico y el liderazgo comercial. ¿Por qué? Porque los americanos aún celebran la individualidad sobre el conformismo, recompensan los logros y protegen militantemente el derecho a ser diferente.
Pero la necesidad de afirmar los principios básicos de la libertad es real. Dicha afirmación es necesaria en parte porque estamos entrando a un nuevo territorio, donde aún no hay reglas --así como no lo habían en el continente americano en 1620, o en los territorios del noroeste en 1787.
Siglos más tarde, una reafirmación de la libertad es necesaria --mediante este documento y esfuerzos similares-- por una segunda razón: estamos terminando un siglo dominado por las instituciones de masa de la era industrial. Esta era favoreció la conformidad y se basó en la estandarización. Y las instituciones del día --las burocracias corporativas y gubernamentales, inmensas administraciones civiles y militares, escuelas de todo tipo-- reflejan estas prioridades.
La llegada de la Tercera Ola da vuelta la ecuación. La complejidad de la sociedad de Tercera Ola es demasiado grande como para que cualquier burocracia centralmente planificada administre. La desmasificación, lo hecho a medida, la individualidad, la libertad, son las llaves del éxito para la civilización de Tercera Ola.
La esencia de la comunidad
Si la transición a la Tercera Ola es tan positiva, ¿Por qué experimentamos tanta ansiedad? ¿Por qué las estadísticas de decadencia social están en su punto más alto? ¿Por qué el entusiasmo con el ciberespacio golpea a tantos occidentales como una ruptura en su estilo de vida?
La incoherencia de la vida política se refleja en personalidades que se desintegran. Con una cobertura total o no en los planes de salud, los psicoterapeutas y gurus hacen un buen negocio, al vagar la gente permanentemente entre terapias competitivas. Las personas resbalan hacia cultos o, alternativamente, hacia un aislacionismo patológico, convencidas de que la realidad es absurda, insana o insignificante.
"Si las cosas son tan buenas," preguntó recientemente la revista Forbes, "por qué nos sentimos tan mal." En parte, esta es la respuesta: porque constituimos la generación final de una vieja civilización y al mismo tiempo la primera de una nueva civilización. Gran parte de nuestra confusión personal y social radica en nuestro conflicto interior y en el conflicto interno de nuestras instituciones políticas --entre la moribunda civilización de Segunda Ola y la emergente de Tercera Ola que arremete para tomar su lugar.
Los ideólogos de la Segunda Ola se lamentan rutinariamente del quiebre de la sociedad de masas. En vez de ver esta enriquecida diversidad como una oportunidad para el desarrollo humano, la tildan de "fragmentación" y "balcanización". Pero para reconstituir la democracia en términos de Tercera Ola, tenemos que terminar con el aterrador y falso supuesto de que más diversidad automáticamente trae consigo más tensión y conflicto en la sociedad.
En verdad, lo opuesto puede ser verdad: si 100 personas desean desesperadamente el mismo anillo pueden verse obligados a luchar por él. Por otro lado, si cada uno de los 100 tiene un objetivo diferente, es mucho más beneficioso para ellos comerciar, cooperar, y formar relaciones simbióticas. Dados arreglos institucionales apropiados, la diversidad puede resultar en una civilización más segura y estable.
Nadie sabe a qué se parecerán las comunidades ciberespaciales del futuro, o dónde nos llevará la desmasificación Está claro, sin embargo, que el ciberespacio jugará un rol importante entrelazando a las diversas comunidades de mañana, facilitando la creación de vecindarios electrónicos ligados no por la geografía sino por intereses mutuos.
Socialmente, el hecho de colocar poder computacional de avanzada en manos de pueblos enteros, aliviará la presión sobre las autopistas, reducirá la polución del aire, permitirá a la gente vivir lejos de ciudades congestionadas y peligrosas, y expandirá el tiempo en familia.
El fallecido Phil Salin ofreció la siguiente perspectiva: "Para el año 2000 múltiples ciberespacios habrán emergido, variados y crecientemente ricos. Al contrario de visiones ingenuas, estos ciberespacios no serán todos los mismos, y no estarán todos abiertos al público. La red global es una "plataforma" conectada para una colección de comunidades diversas, pero en sí misma es una comunidad heterogénea y suelta. Así como el acceso a hogares, oficinas, iglesias y tiendas de departamentos está controlado por sus dueños o administradores, la mayor parte de estos lugares virtuales existirán como lugares particulares de propiedad privada".
"Pero a diferencia de la propiedad privada de hoy", continuó Salin, "las posibles variaciones de diseño y costumbres prevalecientes explotarán, porque múltiples variaciones pueden ser puestas en práctica en el software. Y las externalidades asociadas con las variaciones caerán; lo que ocurre en un ciberespacio puede ser impedido de afectar a otros ciberespacios".
"Ciberespacios" es una palabra maravillosamente pluralista para abrir más mentes al potencial civilizador de la Tercera Ola. En vez de ser una fuerza centrífuga que rompe a la sociedad, el ciberespacio puede ser una de las principales formas de pegamento que une a una sociedad crecientemente libre y diversa.
El rol del gobierno
Eventualmente, la Tercera Ola afectará virtualmente todo lo que un gobierno hace. La necesidad más imperiosa es, sin embargo, reestructurar todas aquellas políticas que están haciendo más lento la creación del ciberespacio. Los programas de Segunda Ola para industrias de Segunda Ola --el status-quo para el status-quo, no harán daño en el corto plazo.
Pero la amenaza real al progreso es el esfuerzo del gobierno de aplicar su modus operandi de Segunda Ola a las creaturas descentralizadas de la Tercera Ola. En realidad, si debe haber una política para la era del conocimiento, debería enfocarse en remover las barreras a la competencia y desregular masivamente las industrias de telecomunicaciones y computación de rápido crecimiento.
Un punto adicional debe ser planteado: el gobierno debe ser tan fuerte y grande como para cumplir con sus funciones centrales efectiva y eficientemente.
La realidad es que un gobierno de Tercera Ola será muchísimo más pequeño (casi un 50 por ciento) que el actual --esta es una consecuencia inevitable de la transición desde las estructuras de poder centralizadas de la era industrial a las instituciones dispersas y descentralizadas de la Tercera Ola.
Pero un gobierno más pequeño no significa un gobierno débil, ni tampoco argumentar en pos de un gobierno más pequeño requiere estar "contra" el gobierno por razones ideológicas estrechas.
El conflicto entre los grupos de Segunda y Tercera Ola es la tensión política central que divide hoy a nuestra sociedad. La pregunta política más básica no es quién controla los últimos días de la sociedad industrial, sino que quién forma la nueva civilización que rápidamente se alza para reemplazarla. Quién, en otras palabras, diseñará la naturaleza del ciberespacio y su impacto en nuestras vidas e instituciones.
Al vivir en la frontera de la Tercera Ola, estamos presenciando una batalla no tanto sobre la naturaleza del futuro --dado que la Tercera Ola llegará-- sino que sobre la naturaleza de la transición.
A un lado de esta batalla están los partidarios del pasado industrial. Al otro, una creciente multitud que reconoce que los problemas más urgentes del mundo ya no se pueden resolver con las estructuras masificadas que hemos heredado.
El sector de Tercera Ola no sólo incluye a computadores sofisticados y compañías de electrónica y biotecnología. Abraza a manufacturas basadas en información en cada industria. Incluye los servicios crecientemente llenos de datos --finanzas, software, entretención, medios, comunicaciones avanzadas, servicios médicos, consultorías, educación y aprendizaje.
Y todos ellos enfrentan un conjunto de grupos asustados y a la defensiva por sus costumbres fundamentalmente de Segunda Ola: reguladores acostumbrados al mando y control, burócratas elegidos, hacedores de opinión política, filósofos entrampados en el materialismo, grupos de interés tradicionales, algunos radioemisores y periódicos y cada institución grande (incluyendo las empresas) que piense que su futuro será mejor preservando el pasado.
Sólo una lucha política contradice hasta hoy el panorama expuesto en este documento, pero es una grande: la aprobación del NAFTA. Este hecho llevó a ambos bandos más allá del partidismo, más allá del regionalismo y luego de un acalorado debate en CNN, más allá de personalismos. La coalición pro NAFTA optó por una gran oportunidad, por el futuro en vez del pasado. Es por ello que constituye un modelo para el desarrollo de una dialéctica política de Tercera Ola.
Pero un "movimiento de masas" a favor del ciberespacio es hoy difícil de visualizar. Al contrario de las "masas" de la era industrial, los crecientes grupos de la Tercera Ola son altamente diversos. Al igual que los sectores económicos que los emplean, son desmasificados --compuestos por individuos que valoran sus diferencias. Esta misma heterogeneidad contribuye a su falta de conciencia política. Son mucho más difíciles de unificar que las masas del pasado. Sin embargo hay temas claves sobre los cuales este grupo puede concordar. Para empezar, liberación: de las reglas, impuestos y leyes de Segunda Ola hechas para servir a los barones con chimenea y burócratas del pasado.
Luego, por supuesto, debe venir la creación de una nueva civilización, aquella de la Tercera Ola.
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Este documento ha sido elaborado por The Progress & Freedom Foundation, un destacado
centro de pensamiento norteamericano. Contribuyeron varias docenas de personas. Está
basado principalmente en las ideas de cuatro coautores: Esther Dyson, George Gilder,
George Keyworth y Alvin Tofler.